Con casi 45 años en su haber Libertango sigue manteniéndose joven y lozana. La que está considerada como una de las piezas maestras del compositor Astor Piazzolla, sigue encandilando a los aficionados a la música y enfrentando a los tangueros puristas con los aperturistas.
Precisamente con Libertango, Piazzolla quiso reflejar su nueva visión del tango en esa época y lejos de Buenos Aires, sobre una base armónica que permitía la improvisación del solista, lo que derivó en que fuera grabado por innumerables músicos de jazz, como Al Di Meola, Paquito D’Rivera, Chick Corea y Gary Burton.
Su título es una palabra compuesta por los términos “libertad” y “tango”, presumiblemente como bandera de esa libertad creativa que que tanto buscaba Piazzolla al crear el llamado tango nuevo, a diferencia del tango clásico. El propio autor comentaba “Yo hice una revolución en el tango; rompí con viejos moldes y por eso me atacaron, y tuve que defenderme. Pero lo que nadie me puede negar es mi origen: tengo el tango marcado en el orillo”.
Y es que para entender Libertango hay que saber que Piazolla vivió de los cuatro a los quince años junto a sus padres en Nueva York hasta que en 1936, volvió a Argentina. En Estados Unidos creció escuchando la vertiente Cool del Jazz, representada en aquel entonces por figuras como Stan Getz, Chet Baker, Gil Evans o Gerry Mulligan, quienes sin duda tuvieron gran influencia en su futura concepción melódica y armónica.
Tampoco se puede obviar la influencia de los tangos de la escuela evolucionista, los favoritos de su padre, de los hermanos Julio y Francisco de Caro, dos músicos que aportaron al tango primitivo el acompañamiento armonizado del piano, los fraseos y las variaciones de los bandoneones, los contrapuntos del violín en contraste con el tema central y una nueva riqueza sonora y armónica.
Piazolla compuso esta obra mientras residía cerca de Piazza Navona, en Roma, tras haberse radicado ese mismo año junto con Amelita Baltar, contratado por el empresario italiano Aldo Pagani.
Reversionado por muchos artistas diferentes, su difusión más notoria la logró con la versión de la cantante jamaiquina Grace Jones, de la cual Piazzolla siempre renegó, aunque reconociendo que esa versión pop tan sui generis, le generó buenos réditos por derechos de autor.