Entre las calles empedradas de parís, y el olor de la cocina francesa se encuentra el Hotel Le Bristol, muchos lo conocerán por casi un siglo de historia, sus vistas a la Torre Eiffel desde algunas de sus habitaciones, sus restaurantes galardonados con estrella Michelin, sus preciosos salones o su Café Antonia. Pero pocos conocerán uno de sus tesoros, una joya guardada y preciada que rivaliza con la imaginación del mismismo Willy Wonka: su impresionante fábrica de chocolate.
Inspirada por la pasión y la visión de un equipo de maestros chocolateros liderado por Johan Giacchetti esta fábrica es más que un lugar de producción, desde los trigos antiguos transformados en pan hasta los exóticos grands crus de cacao, esta fábrica es un mundo de fantasía hecho realidad.
El maestro chocolatero
En el corazón de la fábrica, encontramos al chef, Johan Giacchetti, maestro chocolatero del hotel, cuya habilidad y dedicación lo han llevado a las alturas del mundo del chocolate y comparte su pasión. “Me encanta el olor, el tacto delicado, la maleabilidad del chocolate, es una sustancia increíble”. Esta afirmación cobra vida en el taller de chocolate del palacio, donde los ingredientes de más alta calidad se transforman en obras maestras del cacao. Con décadas de experiencia y un enfoque purista, Giacchetti y su equipo se dedican a perfeccionar cada creación, pralinés crocantes, corazones de malvavisco y todo lo que te puedas imaginar.
Para cada restaurante y bar del palacio se ha creado una selección personalizada de chocolates hechos a mano, y 25 joyas comestibles están disponibles en cajas de regalo de Le Bristol Paris. Los chocolates contienen sabores sedosos y seductores, como el chocolate madong de cobertura oscura de Papúa Nueva Guinea, el té ahumado y la vainilla tostada, la miel especiada o la ganche de lima.
La fábrica
La fábrica sigue el homenaje de Le Bristol al pan natural: los trigos antiguos se transforman, desde el molino hasta el horno, en gloriosos trocitos de sabor.
Adentrarse en el taller de chocolate del Hotel Le Bristol es como entrar en otro mundo, donde los aromas y los colores te envuelven. Cada semana, el desfile de dulces elaborados encuentra su camino desde la fábrica de chocolate hasta las mesas de los restaurantes del hotel, como Epicure, galardonado con 3 estrellas Michelin, hasta el Café Antonia y la Brasserie 114 Faubourg. Incluso habitaciones y suites se convierten en esceneraios que esperan deleitar con un mosaico de delicias de chocolate.
La historia de la fábrica de chocolate de Le Bristol Paris es una oda a los artesanos liderada por Giacchetti y su equipo de expertos. Desde su temprana distinción como Campeón de Francia del Chocolate, hasta su participación en el World Chocolate Masters, Giacchetti ha llevado la excelencia chocolatera a nuevas alturas. Confiado por el renombrado chef Eric Frecho, Giacchetti personifica la dedicación al placer y la perfección en cada bocado.
Para aquellos que buscan una experiencia única en el corazón de parís, la fábrica de chocolate del hotel le Bristol ofrece un viaje sensorial que deleitara los sentidos y quedara grabado en la memoria de cada visitante. Descubre el mundo de las maravillas del chocolate y déjate llevar por la magia y el encanto de le Bristol.
La última colección que Willy Wonka envidiaría
El talentoso Chef Chocolatier de Le Bristol Paris trae el fuego en forma de una llama en forma de huevo tan simbólica como magnífica, y la poesía se eleva a la par que la técnica para alcanzar una cumbre de proeza.
En su taller de ensueño, donde los aromas cálidos y hechizantes del cacao y las especias entrenan los sentidos, el artesano de las delicias del icónico hotel, supera los límites de la ganache y el praliné. El fuego, símbolo de la pasión, se une a L’Oeuf Flamme, el huevo de Pascua por excelencia de Le Bristol.
Su delicada cáscara es una llama de chocolate negro de origen de Venezuela al 70% esculpida en espirales de irisaciones amarillas y rojas que parecen moldeadas por el viento.
Un auténtico manjar de perfecto equilibrio, el huevo de Pascua transporta al degustador de una densa selva tropical a la suave caricia del desierto, casando las notas intensas y mantecosas del chocolate negro con el pistacho expresado en praliné y delicadamente envuelto en caramelo de azahar.